2
Los perros ladraban detrás de los caballos, avanzamos por ese largo camino que parece que no tiene fin, Cipriano empezó a cantar; Lucio lo acompaña con el cuatro. Llegamos a un rio, nos bajamos, los caballos tomaron agua.
—Vamos a seguir —dijo Lucio.
Al rato cantó un gallo tres veces.
A las siete de la mañana vamos pasando por una calle donde hay varias casitas de bahareque, uno de nuestros acompañante nos dijo:
—Hace tiempo vivía por aquí y había una señora que la gente le tenía miedo.
—¿Por qué? —preguntó Salomé.
—Porque la ven en otro lugar —dijo.
—De quién estaba pendiente esa señora —preguntó Salomé.
—De su hijo, que era parrandero —respondió el acompañante.
—Ah viste —dijo Petra a Salomé.
—La siento y le digo siento que me ven y sé que son tus ojos —dijo Petra a Salomé.
Salomé se ríe y les cuenta a todos:
—Me fui de viaje y en las noches me imaginaba que estaba en la hacienda y que iba detrás de Petra cuando iba a cerrar la puerta de la calle y me quedaba en la puerta de su cuarto un día Petra estaba contándolo y empecé a reír.
Rocío contó:
—Tenía una tía que cuando iba a visitarnos, mis hermanos y yo corríamos a recibirla y no estaba, al rato llegaba, oíamos su voz antes que llegara.
Vamos pasando cerca de una casita de bahareque tiene una árbol de mangos, una señora nos hace señas que nos acerquemos y nos da mangos, seguimos en camino.
—Ya vamos llegando —dijo Juan.
—Mira el rio —dijo Luis.
—No conocía esto —respondió Cipriano.
—Ese rio bajó su caudal porque no ha llovido, es peligroso porque si llueve en sus cabeceras este rio pasa cerca de la hacienda el paso.
—Sííí —dijimos simultáneamente las tres.
—Qué emoción aquí hace calor, recién llegada a la hacienda corría al rio.
—Mira, allá están Amparo y Nicolás esperándonos —dijo Juan.
Los perros corrieron, salomé se bajó del caballo y los abrazos.
Esta hacienda es más grande que la del pueblo que tuvimos de salir, esta tiene corredores, por las esquinas con muchas plantas hermosas, hamacas, sofás. Entraros mientras Rocío y Salomé fueron a bañarse, los hombres bajaron el equipaje de las carretas, cuando terminaron se bañaron, conversaron un rato mientras Amparo les colocaba café, los que los acompañaron decidieron descansar para continuar el viaje, Salomé no descansó, se quedó arreglando su ropa, pensó: "no puedo dormir, cuándo volveré a ver a Jesús" desde la ventana vio que Lucio se levantó de la hamaca, salió de la habitación, caminó por los corredores, se acercó, ya los muchachos se habían levantado, Salomé les hizo café mientras ellos se bañaban,al terminar fueron al comedor donde Salomé les tenía el café, se lo bebieron y luego se despidieron, caminaron hacia la caballeriza, encasillaron sus caballos y partieron, Salomé se quedó viéndolos hasta que se perdieron de su vista, pensó: "esta noche es larga, me quedé sola con mis recuerdos" caminó hacia su habitación, se asomó a la ventana, le saltó un grillo que casi le dio en la cara, cerró la ventana, se acostó pero, no durmió, se levantó y se bañó, buscó la ropa que se va a poner para salir, la colocó arriba de la cama, se colocó una bata de casa lujosa, salió de la habitación, caminó hacia la cocina, en la cocina estaba Rocío.
—Buen dia —dijo Salomé.
—Buen dia, ¿qué haces levantada tan temprano? —preguntó Rocío.
—Voy a salir —respondió Salomé.
Rocío se sorprendió.
—Para dónde vas? —preguntó Rocío.
—Es un secreto —dijo Salomé y se sirvió café.
—Vas a desayunar —preguntó Rocío a Salomé.
—No, cuando regrese —dijo Salomé.
Salió de la cocina, caminó hacia el patio, les abrió la puerta para que entraran los perros, siguió, se acercó a los caballos, los acarició, pensó, "voy a arreglarme" apresuró sus pasos hacia su habitación, buscó unos zapatos altos y empezó a vestirse, se sentó frente a la peinadora, se peinó, se dejó el cabello suelto, se vio en el espejo, salió de la habitación vi a Rocío regando las plantas.
—Ya vengo. —Le dijo.
Caminó hacia la puerta, se acercó a una planta que estaba guindada en la entrada, la tomó con cuidado y se la colocó en el cabello, sacó un espejo de su cartera, se la acomodó, pensó "hay una tensa calma" caminó hacia la plaza a lo lejos vio a Cipriano en la carreta, se detuvo esperó que se alejara, cruzó la calle y entró en una oficina en estaba un señor mayor al verla se sorprendió.
—¿Qué la trae por aquí señorita? —preguntó el señor, muy amable.
—Soy la hija de Eleonora —respondió Salomé, él se quedó pensado.
—Sé que ella lo conoce —dijo Salomé.
Salomé le dijo mirándolo fijamente.
—Vengo a solicitar sus servicios, voy hacer una venta. —Ambos se miraron. siguió hablando Salomé-
—Le voy a vender la hacienda el paso, a una amiga. —Salomé lo miró, se sonrió y le dijo.
—El miércoles vuelvo con ella y con un señor. —El señor mayor le dio la mano y le dijo que la esperaba.
Salomé caminó mirando las tiendas, entró a unas y compró telas, collares, de todo compró, luego buscó a Cipriano que aún estaba por allí, entre los dos acomodaron las bolsas en la carreta.
—Guárdame las bolsas que no te las vean —dijo Salomé a Cipriano y ella siguió comprando, entró en una panadería, se tomó un café y siguió para la hacienda, detuvo el paso para oír a unos señores que decían que estaban saqueando en el pueblo del que salimos, Salomé pensó, "muere el país para renacer" volteó y vio que Cipriano venía por el camino, esperó a que llegara y se montó en la carreta, se sentó al lado de Cipriano.
—Rocio me dijo que regresara temprano pero comprando se va el tiempo rápido —dijo Cipriano.
—Ahora se va más rápido el tiempo —respondió Salomé.
Ven a unos perros peleando y Salome pensó; "que bueno ver al enemigo acorralado, así pensara el perro" siguieron en silencio, llegaron a la hacienda entraron por el portón de la caballeriza, Cipriano se bajó y ayudó a Salomé a llevar las bolsas a la cocina, luego de dejarlas sobre la mesa, entró Salomé. —Este es el secreto —dijo Salomé, agarró las bolsas y se las entregó, eran ocho para cada una.
—Bueno, ábranlas —dijo Salomé. Ellas las abrieron.
—Ay las telas —dijo Rocío.
—Qué lindos los collares —dijo Petra. En eso entró Nicolás.
—Voy a tomar café para salir a buscar la leña —dijo Nicolás.
—Voy contigo, voy a bañarme —dijo Salomé, corrió a la habitación, me metió en el baño y se bañó.
Salió del baño, pensó; "voy a vestirme de hombre porque Nicolás se va a demorar, si me fastidio me regreso" se vistió, se recogió el cabello, salió de la habitación, caminó a la cocina.
—Nicolás estoy lista —dijo Salomé, él se levantó de la silla, caminaron a la caballeriza, Salomé buscó una silla de montar y ensilló un caballo, Nicolás se montó en la carreta y salieron, Salomé se colocó el sombrero de manera que no se le viera tanto el rostro.
—Qué silencio, Nicolás —dijo Salomé.
—Este pueblo se ha quedado como detenido en el tiempo —respondió Nicolás.
—Así es, en el otro pueblo, allá hay más vida —dijo Salomé.
Al llegan al rio se quedaron sorprendidos al ver a tres jóvenes y uno estaba herido, Nicolás se bajó de la carreta, Salomé hizo lo mismo, Nicolás le vio la herida.
—Ayúdenme a montarlo en la carreta —dijo Nicolás a los dos jóvenes, ellos lo ayudaron.
—Bueno vamos a la hacienda, para decirles cómo está su amigo nos encontraremos aquí —dijo Nicolás a los dos jóvenes.
—Sí. —Ellos respondieron.
—Mañana vengo —dijo Nicolás.
Nicolás quiso recoger unas ramas para taparlo pero prefirió no retrasarse.
—Vamonos —dijo Nicolás a Salomé.
Salieron de allí, callados, cada uno con sus pensamientos, al rato Salomé rompió el silencio.
—No te detengas, sigue, me voy a adelantar para acomodar la habitación secreta.
Iba pensando, "enseguida que llegue hay que mandar a buscar al doctor" Salomé vio que Juan iba entrando, le silbó, él se detuvo, Salomé llegó a su lado, desde el caballo le dijo:
—¡Corre! Llama a Rocío y a Petra, que vengan a la habitación secreta y que traigan sabanas. —Se bajó del caballo y corrió, buscó unas llaves que estaban escondidas, abrió varias puertas, movió una pared donde había una biblioteca y apareció una habitación hermosa, la sacaron de sus pensamientos las voces de Rocío, Petra y Juan.
—Qué pasó —preguntaron los tres, pero Salomé les dijo;
—Esperen a Nicolás mientras yo tiendo la cama. —Y los tres salieron.
Salomé tendió la cama, salió vio que ya estaba entrando Nicolás en la carreta con el herido, Cipriano corrió a cerrar el portón, Nicolás se bajó de la carreta y él, Juan y Cipriano bajaron al herido y lo colocaron en la cama, Juan y Rocío les lavaron las heridas, después de atenderlo en todo se quedó dormido, lo dejaros solo y salieron, todos estuvieron de acuerdo en no traer el doctor por seguridad del herido, siguieron sus quehaceres pendientes del él, al rato llegó corriendo Petra avisando que se despertó, todos corrieron, el hombre al verlos les preguntó dónde estaba.
—Tranquilo —respondió Rocío, le sirvió agua, se la bebió, lo acomodaron con varias almohadas y Rocío le preguntó su nombre.
—Rocío déjalo que descanse —dijo Juan.
El hombre cerró los ojos y ellos aprovecharon de salir, caminaron hacia la cocina, Petra empezó a preparar la cena, Nicolás y Cipriano se sentaron.
—Ya saben cuando se mejore nuestro amigo hay que pasarlo a otra habitación y olvidarnos de esa habitación. —Les dijo Salomé.
—Yo soy la que va a arreglar la habitación, porque yo estoy pendiente de dejar todo como estaba —dijo Salomé, ellos estuvieron de acuerdo.
—Es cierto Salomé se fija en todo —dijo Petra, en ese momento llegó Amparo, brava porque se le olvido el pañuelo y el humo del tren se le metió en la nariz. —La próxima vez que vuelva a visitar a mi hermana me llevo varios pañuelos —dijo Amparo.
—Amparo, deja la rabia te vas enfermarte,agradece que regresaste, ¿cómo está la situación? —Nicolás le hizo señas a Salomé para que no le dijera nada.
Amparo se fue a bañar.
—Ella no va entender lo que le dices —dijo Nicolás.
—Es cierto, no es el momento para hablarle —dijo Salomé.
—Salome, esto que estamos viviendo ¿se calmará? —preguntó Cipriano.
—Parece que se ha calmado pero, ahora viene más fuerte, los astros, los astros son tremendos —respondió Salomé.
Siguieron hablando hasta bien entrada la noche, al rato cantaron los gallos, empezó el movimiento en la hacienda, todos como unas hormigas se cruzan para arreglarse, para empezar con sus quehaceres.
Salomé se levantó, se bañó, caminó a la cocina, se sirvió café y vio a Nicolás regando las plantas, lo saludó.
—Voy contigo —le dijo Salomé.
—Está bien el joven, habló se llama Alfredo —dijo Nicolás.
—Me alegra, voy a esperar para ir a verlo —respondió Salomé.
Caminó hacia la cocina, se sentó en la mesa a desayunar, al frente el fogón, se quedó mirando el fuego, la implacable ceniza, el arrugado cuerpo de la leña, huele a café recién colado, cayó una llovizna, el color de la tierra cuando está mojada como el café recién tostado, ese sabor, ese aroma que despide.
—¡Salomé, despiértate, vamos! —dice Nicolás.
—Ya estoy lista —dice Salomé y caminaron hacia la caballeriza y fueron en busca del sitio donde encontraron al herido y allí estaban los dos amigos del joven, en ese momento oyeron un tropel de gente y caballos, Nicolás les hizo señas, lo siguieron, se metieron bajo un árbol inmenso que los cubrió.
—Guerra civil que Dios nos agarre confesados —dijo Nicolás.
Todos se vieron a las caras.
—Hay preparase para la pelea —dijo uno de nuestros acompañante.
—En las guerras la gente se convierte en bestias del infierno —dijo Salomé.
Van hacia el centro del pueblo.
—Bueno no hemos hablado de lo que nos trajo para acá —dijo Nicolás.
—Ah sí —dijo Salomé.
—Nosotros no conocemos al herido, íbamos pasando y lo vimos aquí, ustedes llegaron como que los envió el cielo —dijo uno de los hombres.
—Pensé que se conocían —dijo Nicolás.
—Bueno no vamos a tener miedo por él, de todas maneras vamos a morir esta situación está fea —dijo Salomé.
—Así es —respondió Nicolás.
—Vamos a seguir, nos esperan en el centro —dijeron los jóvenes, se despidieron y Salomé y Nicolás siguieron a la hacienda en silencio, abrieron el portón de la caballeriza y entraron, en ese momento empezó a temblar.
—Lo que faltaba —dijo Nicolás.
—Así es, nunca había sentido un temblor —dijo Salomé, los animales alborotados, Rocío, Petra y Cipriano corrieron.
—Sabía que iba temblar —les dijo Rocío.
—¿Por qué? —preguntaron.
—Mira los loros arriba del árbol desde anoche están allí —respondió Rocío.
—Nos olvidamos del herido —dijo Salomé.
—Ayy sí —dijo Petra y corrió, todos la siguieron, cuando llegaron estaba despierto.
—Soy estudiante de medicina, venimos muchos estudiantes a pie y tuvimos que correr, a mí me hirieron, bueno ya saben lo qué pasó —Y cerró los ojos Petra se quedó con él acompañándolo, Salomé pensó, "se enamoró nuestro amigo." Pasó el día rápido, llegó la noche, los grillos se hicieron presentes, comenzó a llover, en la mañana Salomé se asomó a la ventana, los sapos y ranas saltaban los charcos, cerró la ventana, pensó, "para que no se metan a mi habitación." Se bañó, se vistió, salió de su habitación, caminó hacia la cocina y vio en el jardín una avalancha de luciérnagas muertas, cuando entró en la cocina un gato saltó, se montó en el fogón y tumbó las ollas y se salió por la chimenea, al oír el alboroto Petra corrió a la cocina.
—Yo recojo el desastre —dijo Petra a Salomé.
Salomé le dio las gracias y caminó a la habitación y pensó: "voy a acompañar a mi amigo" entró a la habitación, él abrió los ojos, ella se sentó en la silla cerca de la cama, él se sonrió.
—¡Qué bien te ves! —dijo Salomé.
—Gracias a ustedes. —Él le respondió.
—Vi las muletas que te está haciendo Nicolas, es un buen ebanista —dijo Salomé.
Él se asombró de lo bien que lo trataban y le preguntó por todos. Ella le dijo.
—Juan es el esposo de Rocío; Amparo es la mama de Nicolás; Cipriano es viudo, había muchos trabajadores, pero se fueron a luchar y Petra es mi amiga, su abuela trabajaba en la hacienda, ella llevaba a Petra en las vacaciones. —En ese momento entraron Juan y Rocío para curarle las heridas y darle desayudo.
Salomé se despidió y salió hacia la cocina, vio a Nicolás.
—¿Quién va al mercado? —preguntó Salomé.
—Yo, ¿estás lista? Ya me voy —dijo Nicolás.
Caminaron hacia la caballeriza, se montaron en la carreta, el cielo estaba sin nubes, Salomé volteó, vio un sombrero y se lo calzó.
—Hay una calma tensa —dijo Nicolás.
—Hoy están los acontecimientos como detenidos —dijo Salomé.
—Tenemos que estar prevenidos —dijo Nicolás.
Vieron una ventas de plantas se bajaron compraron y siguieron cerca de la plaza, se bajó Salomé, recorrió el mismo que la llevó a donde estaba el señor con el que hablo, vio que la oficina estaba cerrada, busco a Nicolás.
—¿De qué te ríes, Salomé? —preguntó Nicolás.
—Quien ríe sola de su picardía se acuerda —respondió Salomé.
Compraron, les dijeron que los caminos estaban trancados, regresaron, ni perros había en las calles, el dia la misma monotonía, llegó la noche mágica, las lechuzas revoloteaban, las estrellas corren de un lado a otro, los caballos relinchan.
Los perros ladraban detrás de los caballos, avanzamos por ese largo camino que parece que no tiene fin, Cipriano empezó a cantar; Lucio lo acompaña con el cuatro. Llegamos a un rio, nos bajamos, los caballos tomaron agua.
—Vamos a seguir —dijo Lucio.
Al rato cantó un gallo tres veces.
A las siete de la mañana vamos pasando por una calle donde hay varias casitas de bahareque, uno de nuestros acompañante nos dijo:
—Hace tiempo vivía por aquí y había una señora que la gente le tenía miedo.
—¿Por qué? —preguntó Salomé.
—Porque la ven en otro lugar —dijo.
—De quién estaba pendiente esa señora —preguntó Salomé.
—De su hijo, que era parrandero —respondió el acompañante.
—Ah viste —dijo Petra a Salomé.
—La siento y le digo siento que me ven y sé que son tus ojos —dijo Petra a Salomé.
Salomé se ríe y les cuenta a todos:
—Me fui de viaje y en las noches me imaginaba que estaba en la hacienda y que iba detrás de Petra cuando iba a cerrar la puerta de la calle y me quedaba en la puerta de su cuarto un día Petra estaba contándolo y empecé a reír.
Rocío contó:
—Tenía una tía que cuando iba a visitarnos, mis hermanos y yo corríamos a recibirla y no estaba, al rato llegaba, oíamos su voz antes que llegara.
Vamos pasando cerca de una casita de bahareque tiene una árbol de mangos, una señora nos hace señas que nos acerquemos y nos da mangos, seguimos en camino.
—Ya vamos llegando —dijo Juan.
—Mira el rio —dijo Luis.
—No conocía esto —respondió Cipriano.
—Ese rio bajó su caudal porque no ha llovido, es peligroso porque si llueve en sus cabeceras este rio pasa cerca de la hacienda el paso.
—Sííí —dijimos simultáneamente las tres.
—Qué emoción aquí hace calor, recién llegada a la hacienda corría al rio.
—Mira, allá están Amparo y Nicolás esperándonos —dijo Juan.
Los perros corrieron, salomé se bajó del caballo y los abrazos.
Esta hacienda es más grande que la del pueblo que tuvimos de salir, esta tiene corredores, por las esquinas con muchas plantas hermosas, hamacas, sofás. Entraros mientras Rocío y Salomé fueron a bañarse, los hombres bajaron el equipaje de las carretas, cuando terminaron se bañaron, conversaron un rato mientras Amparo les colocaba café, los que los acompañaron decidieron descansar para continuar el viaje, Salomé no descansó, se quedó arreglando su ropa, pensó: "no puedo dormir, cuándo volveré a ver a Jesús" desde la ventana vio que Lucio se levantó de la hamaca, salió de la habitación, caminó por los corredores, se acercó, ya los muchachos se habían levantado, Salomé les hizo café mientras ellos se bañaban,al terminar fueron al comedor donde Salomé les tenía el café, se lo bebieron y luego se despidieron, caminaron hacia la caballeriza, encasillaron sus caballos y partieron, Salomé se quedó viéndolos hasta que se perdieron de su vista, pensó: "esta noche es larga, me quedé sola con mis recuerdos" caminó hacia su habitación, se asomó a la ventana, le saltó un grillo que casi le dio en la cara, cerró la ventana, se acostó pero, no durmió, se levantó y se bañó, buscó la ropa que se va a poner para salir, la colocó arriba de la cama, se colocó una bata de casa lujosa, salió de la habitación, caminó hacia la cocina, en la cocina estaba Rocío.
—Buen dia —dijo Salomé.
—Buen dia, ¿qué haces levantada tan temprano? —preguntó Rocío.
—Voy a salir —respondió Salomé.
Rocío se sorprendió.
—Para dónde vas? —preguntó Rocío.
—Es un secreto —dijo Salomé y se sirvió café.
—Vas a desayunar —preguntó Rocío a Salomé.
—No, cuando regrese —dijo Salomé.
Salió de la cocina, caminó hacia el patio, les abrió la puerta para que entraran los perros, siguió, se acercó a los caballos, los acarició, pensó, "voy a arreglarme" apresuró sus pasos hacia su habitación, buscó unos zapatos altos y empezó a vestirse, se sentó frente a la peinadora, se peinó, se dejó el cabello suelto, se vio en el espejo, salió de la habitación vi a Rocío regando las plantas.
—Ya vengo. —Le dijo.
Caminó hacia la puerta, se acercó a una planta que estaba guindada en la entrada, la tomó con cuidado y se la colocó en el cabello, sacó un espejo de su cartera, se la acomodó, pensó "hay una tensa calma" caminó hacia la plaza a lo lejos vio a Cipriano en la carreta, se detuvo esperó que se alejara, cruzó la calle y entró en una oficina en estaba un señor mayor al verla se sorprendió.
—¿Qué la trae por aquí señorita? —preguntó el señor, muy amable.
—Soy la hija de Eleonora —respondió Salomé, él se quedó pensado.
—Sé que ella lo conoce —dijo Salomé.
Salomé le dijo mirándolo fijamente.
—Vengo a solicitar sus servicios, voy hacer una venta. —Ambos se miraron. siguió hablando Salomé-
—Le voy a vender la hacienda el paso, a una amiga. —Salomé lo miró, se sonrió y le dijo.
—El miércoles vuelvo con ella y con un señor. —El señor mayor le dio la mano y le dijo que la esperaba.
Salomé caminó mirando las tiendas, entró a unas y compró telas, collares, de todo compró, luego buscó a Cipriano que aún estaba por allí, entre los dos acomodaron las bolsas en la carreta.
—Guárdame las bolsas que no te las vean —dijo Salomé a Cipriano y ella siguió comprando, entró en una panadería, se tomó un café y siguió para la hacienda, detuvo el paso para oír a unos señores que decían que estaban saqueando en el pueblo del que salimos, Salomé pensó, "muere el país para renacer" volteó y vio que Cipriano venía por el camino, esperó a que llegara y se montó en la carreta, se sentó al lado de Cipriano.
—Rocio me dijo que regresara temprano pero comprando se va el tiempo rápido —dijo Cipriano.
—Ahora se va más rápido el tiempo —respondió Salomé.
Ven a unos perros peleando y Salome pensó; "que bueno ver al enemigo acorralado, así pensara el perro" siguieron en silencio, llegaron a la hacienda entraron por el portón de la caballeriza, Cipriano se bajó y ayudó a Salomé a llevar las bolsas a la cocina, luego de dejarlas sobre la mesa, entró Salomé. —Este es el secreto —dijo Salomé, agarró las bolsas y se las entregó, eran ocho para cada una.
—Bueno, ábranlas —dijo Salomé. Ellas las abrieron.
—Ay las telas —dijo Rocío.
—Qué lindos los collares —dijo Petra. En eso entró Nicolás.
—Voy a tomar café para salir a buscar la leña —dijo Nicolás.
—Voy contigo, voy a bañarme —dijo Salomé, corrió a la habitación, me metió en el baño y se bañó.
Salió del baño, pensó; "voy a vestirme de hombre porque Nicolás se va a demorar, si me fastidio me regreso" se vistió, se recogió el cabello, salió de la habitación, caminó a la cocina.
—Nicolás estoy lista —dijo Salomé, él se levantó de la silla, caminaron a la caballeriza, Salomé buscó una silla de montar y ensilló un caballo, Nicolás se montó en la carreta y salieron, Salomé se colocó el sombrero de manera que no se le viera tanto el rostro.
—Qué silencio, Nicolás —dijo Salomé.
—Este pueblo se ha quedado como detenido en el tiempo —respondió Nicolás.
—Así es, en el otro pueblo, allá hay más vida —dijo Salomé.
Al llegan al rio se quedaron sorprendidos al ver a tres jóvenes y uno estaba herido, Nicolás se bajó de la carreta, Salomé hizo lo mismo, Nicolás le vio la herida.
—Ayúdenme a montarlo en la carreta —dijo Nicolás a los dos jóvenes, ellos lo ayudaron.
—Bueno vamos a la hacienda, para decirles cómo está su amigo nos encontraremos aquí —dijo Nicolás a los dos jóvenes.
—Sí. —Ellos respondieron.
—Mañana vengo —dijo Nicolás.
Nicolás quiso recoger unas ramas para taparlo pero prefirió no retrasarse.
—Vamonos —dijo Nicolás a Salomé.
Salieron de allí, callados, cada uno con sus pensamientos, al rato Salomé rompió el silencio.
—No te detengas, sigue, me voy a adelantar para acomodar la habitación secreta.
Iba pensando, "enseguida que llegue hay que mandar a buscar al doctor" Salomé vio que Juan iba entrando, le silbó, él se detuvo, Salomé llegó a su lado, desde el caballo le dijo:
—¡Corre! Llama a Rocío y a Petra, que vengan a la habitación secreta y que traigan sabanas. —Se bajó del caballo y corrió, buscó unas llaves que estaban escondidas, abrió varias puertas, movió una pared donde había una biblioteca y apareció una habitación hermosa, la sacaron de sus pensamientos las voces de Rocío, Petra y Juan.
—Qué pasó —preguntaron los tres, pero Salomé les dijo;
—Esperen a Nicolás mientras yo tiendo la cama. —Y los tres salieron.
Salomé tendió la cama, salió vio que ya estaba entrando Nicolás en la carreta con el herido, Cipriano corrió a cerrar el portón, Nicolás se bajó de la carreta y él, Juan y Cipriano bajaron al herido y lo colocaron en la cama, Juan y Rocío les lavaron las heridas, después de atenderlo en todo se quedó dormido, lo dejaros solo y salieron, todos estuvieron de acuerdo en no traer el doctor por seguridad del herido, siguieron sus quehaceres pendientes del él, al rato llegó corriendo Petra avisando que se despertó, todos corrieron, el hombre al verlos les preguntó dónde estaba.
—Tranquilo —respondió Rocío, le sirvió agua, se la bebió, lo acomodaron con varias almohadas y Rocío le preguntó su nombre.
—Rocío déjalo que descanse —dijo Juan.
El hombre cerró los ojos y ellos aprovecharon de salir, caminaron hacia la cocina, Petra empezó a preparar la cena, Nicolás y Cipriano se sentaron.
—Ya saben cuando se mejore nuestro amigo hay que pasarlo a otra habitación y olvidarnos de esa habitación. —Les dijo Salomé.
—Yo soy la que va a arreglar la habitación, porque yo estoy pendiente de dejar todo como estaba —dijo Salomé, ellos estuvieron de acuerdo.
—Es cierto Salomé se fija en todo —dijo Petra, en ese momento llegó Amparo, brava porque se le olvido el pañuelo y el humo del tren se le metió en la nariz. —La próxima vez que vuelva a visitar a mi hermana me llevo varios pañuelos —dijo Amparo.
—Amparo, deja la rabia te vas enfermarte,agradece que regresaste, ¿cómo está la situación? —Nicolás le hizo señas a Salomé para que no le dijera nada.
Amparo se fue a bañar.
—Ella no va entender lo que le dices —dijo Nicolás.
—Es cierto, no es el momento para hablarle —dijo Salomé.
—Salome, esto que estamos viviendo ¿se calmará? —preguntó Cipriano.
—Parece que se ha calmado pero, ahora viene más fuerte, los astros, los astros son tremendos —respondió Salomé.
Siguieron hablando hasta bien entrada la noche, al rato cantaron los gallos, empezó el movimiento en la hacienda, todos como unas hormigas se cruzan para arreglarse, para empezar con sus quehaceres.
Salomé se levantó, se bañó, caminó a la cocina, se sirvió café y vio a Nicolás regando las plantas, lo saludó.
—Voy contigo —le dijo Salomé.
—Está bien el joven, habló se llama Alfredo —dijo Nicolás.
—Me alegra, voy a esperar para ir a verlo —respondió Salomé.
Caminó hacia la cocina, se sentó en la mesa a desayunar, al frente el fogón, se quedó mirando el fuego, la implacable ceniza, el arrugado cuerpo de la leña, huele a café recién colado, cayó una llovizna, el color de la tierra cuando está mojada como el café recién tostado, ese sabor, ese aroma que despide.
—¡Salomé, despiértate, vamos! —dice Nicolás.
—Ya estoy lista —dice Salomé y caminaron hacia la caballeriza y fueron en busca del sitio donde encontraron al herido y allí estaban los dos amigos del joven, en ese momento oyeron un tropel de gente y caballos, Nicolás les hizo señas, lo siguieron, se metieron bajo un árbol inmenso que los cubrió.
—Guerra civil que Dios nos agarre confesados —dijo Nicolás.
Todos se vieron a las caras.
—Hay preparase para la pelea —dijo uno de nuestros acompañante.
—En las guerras la gente se convierte en bestias del infierno —dijo Salomé.
Van hacia el centro del pueblo.
—Bueno no hemos hablado de lo que nos trajo para acá —dijo Nicolás.
—Ah sí —dijo Salomé.
—Nosotros no conocemos al herido, íbamos pasando y lo vimos aquí, ustedes llegaron como que los envió el cielo —dijo uno de los hombres.
—Pensé que se conocían —dijo Nicolás.
—Bueno no vamos a tener miedo por él, de todas maneras vamos a morir esta situación está fea —dijo Salomé.
—Así es —respondió Nicolás.
—Vamos a seguir, nos esperan en el centro —dijeron los jóvenes, se despidieron y Salomé y Nicolás siguieron a la hacienda en silencio, abrieron el portón de la caballeriza y entraron, en ese momento empezó a temblar.
—Lo que faltaba —dijo Nicolás.
—Así es, nunca había sentido un temblor —dijo Salomé, los animales alborotados, Rocío, Petra y Cipriano corrieron.
—Sabía que iba temblar —les dijo Rocío.
—¿Por qué? —preguntaron.
—Mira los loros arriba del árbol desde anoche están allí —respondió Rocío.
—Nos olvidamos del herido —dijo Salomé.
—Ayy sí —dijo Petra y corrió, todos la siguieron, cuando llegaron estaba despierto.
—Soy estudiante de medicina, venimos muchos estudiantes a pie y tuvimos que correr, a mí me hirieron, bueno ya saben lo qué pasó —Y cerró los ojos Petra se quedó con él acompañándolo, Salomé pensó, "se enamoró nuestro amigo." Pasó el día rápido, llegó la noche, los grillos se hicieron presentes, comenzó a llover, en la mañana Salomé se asomó a la ventana, los sapos y ranas saltaban los charcos, cerró la ventana, pensó, "para que no se metan a mi habitación." Se bañó, se vistió, salió de su habitación, caminó hacia la cocina y vio en el jardín una avalancha de luciérnagas muertas, cuando entró en la cocina un gato saltó, se montó en el fogón y tumbó las ollas y se salió por la chimenea, al oír el alboroto Petra corrió a la cocina.
—Yo recojo el desastre —dijo Petra a Salomé.
Salomé le dio las gracias y caminó a la habitación y pensó: "voy a acompañar a mi amigo" entró a la habitación, él abrió los ojos, ella se sentó en la silla cerca de la cama, él se sonrió.
—¡Qué bien te ves! —dijo Salomé.
—Gracias a ustedes. —Él le respondió.
—Vi las muletas que te está haciendo Nicolas, es un buen ebanista —dijo Salomé.
Él se asombró de lo bien que lo trataban y le preguntó por todos. Ella le dijo.
—Juan es el esposo de Rocío; Amparo es la mama de Nicolás; Cipriano es viudo, había muchos trabajadores, pero se fueron a luchar y Petra es mi amiga, su abuela trabajaba en la hacienda, ella llevaba a Petra en las vacaciones. —En ese momento entraron Juan y Rocío para curarle las heridas y darle desayudo.
Salomé se despidió y salió hacia la cocina, vio a Nicolás.
—¿Quién va al mercado? —preguntó Salomé.
—Yo, ¿estás lista? Ya me voy —dijo Nicolás.
Caminaron hacia la caballeriza, se montaron en la carreta, el cielo estaba sin nubes, Salomé volteó, vio un sombrero y se lo calzó.
—Hay una calma tensa —dijo Nicolás.
—Hoy están los acontecimientos como detenidos —dijo Salomé.
—Tenemos que estar prevenidos —dijo Nicolás.
Vieron una ventas de plantas se bajaron compraron y siguieron cerca de la plaza, se bajó Salomé, recorrió el mismo que la llevó a donde estaba el señor con el que hablo, vio que la oficina estaba cerrada, busco a Nicolás.
—¿De qué te ríes, Salomé? —preguntó Nicolás.
—Quien ríe sola de su picardía se acuerda —respondió Salomé.
Compraron, les dijeron que los caminos estaban trancados, regresaron, ni perros había en las calles, el dia la misma monotonía, llegó la noche mágica, las lechuzas revoloteaban, las estrellas corren de un lado a otro, los caballos relinchan.

No hay comentarios:
Publicar un comentario