Las Aventuras de Linda
Linda
es una niña de cinco años que vive con sus padres en una cabaña ubicada en una
montaña cubierta de nieve, como cualquier niña de su edad es curiosa y le gusta
jugar con los animales, mientras su madre ordeña las vacas, ella los persigue
sobre todo a las cabras y los perros, Linda es feliz, le gusta correr por todo
el lugar.
La
cabaña es bonita, su madre se ocupa de mantenerla limpia, su padre trabaja en
el pueblo cercano, en los días libre sale a cazar, Linda siempre llora porque
se quiere ir con él. Un día muy temprano, se levantó para ver si lograba
convencerlo para que la llevara, pero como siempre su padre se negó, porque
estaba muy pequeña para acompañarlo, la pequeña al verlo partir lloró
incontrolable, su madre la consoló hasta que Linda se durmió profundamente, su
madre se dirigió al establo triste por ver a la niña tan infeliz.
—No
corras Linda, solo quiero ser tu amigo —expresó el oso.
Linda
se despertó sobresaltada el ladrido de los perros la despertaron, salió de la
cabaña y comenzó a correr detrás de los perros, se apartó demasiado de la
cabaña, no sabía cómo regresar, de repente se asustó, se encontró con un oso
polar, al verlo tan grande Linda se aterrorizó y quiso correr, pero por el
miedo se quedó paralizada.
—¿Oso
cómo sabes mi nombre? —preguntó Linda.
—Porque
todos los animales lo saben, las aves lo cantan en sus trinares, ¡Linda oye! El
aullido emotivo de los lobos diciendo tu nombre —comentó el oso.
—No
puedo oírlo, solo oigo sus aullidos, que me asustan —respondió Linda
—Los
perros también con sus ladridos, están diciendo tu nombre a los cuatro vientos,
se oye en toda la montaña.
Linda
estaba emocionada y a la vez temerosa por las palabras del oso, nunca antes
había visto a un animal hablar, de repente oyó la voz de su madre.
—Amigo
me tengo que ir, voy a ayudar a mi mamá con los quehaceres, nos vemos otro día.
Pero la pequeña no sabía que camino debía tomar, el oso con delicadeza cargó a
Linda y la subió sobre su lomo y comenzó a correr con ella, el cabello le
cubría la cara, la bufanda la movía el viento y la brisa pegaba en su rostro,
la niña sonreía.
Se
acercó un caballo, Linda lo reconoció era uno de los que pertenecía a su padre,
se escapó del establo de la cabaña.
—Oso
quiero llevar a mi amiga. —dijo el caballo, Linda se asombró en todo el tiempo
que lo conocía jamás había hablado con ella.
—No,
yo la llevo —respondió el oso.
Linda
reía y se divertía con sus nuevos amigos.
—¿Dónde
estaban ustedes, que no los veía? —preguntó Linda.
—Es
que estabas muy chiquita y no salías sola —respondió el oso.
Ya
habían avanzado un largo trecho, cuando el oso montó a linda sobre el caballo.
—Termina
de llevarla tú, si la mamá me ve se va asustar. —dijo el oso, linda acarició al
oso, se despidió de él.
—¿Mañana
nos volvemos a ver? —preguntó triste Linda.
—Si
Linda —respondió el oso y regresó por el mismo camino por donde venían, volteó
a ver el caballo y se le salió una lágrima.
—¡NO
LLORES! —gritó Linda, el oso sonrió al escucharla.
Avanzaron
lentamente, llegaron a un camino estrecho, les cayeron unas gotas como de roció.
—¡Abrígate
bien Linda! —dijo el caballo.
—Si
amigo, estoy abrigada —respondió Linda, se cruzó en el camino un conejo.
—¿Amigo
qué animalito es ese, que se ríe conmigo y pela los dientes? —El caballo se río.
—Es
un conejo, tiene los dientes así, pero si tú crees que se ríe contigo pues así
será —respondió el caballo.
Linda
vio unas mariposas amarillas con negro, sintió curiosidad.
—¿Las
mariposas son solo amarillas y negro? —preguntó Linda.
—No,
hay de variados colores, pero como en este momento hay solo de esos colores,
cierra tus ojitos y te las imaginas. —respondió el caballo, Linda muy obediente
cerró sus ojos.
—¡Ayy!
—gritó Linda
—¿Qué
pasa? —preguntó asustado el caballo.
—No
te asustes, es que vi tantas mariposas lindas cerca de mí, que pensé que se me
iban a parar encima —respondió Linda.
El
caballo se detuvo.
—¿Amigo
estás cansado? —preguntó Linda.
—No,
mira allá abajo la osa y sus cachorros. —Linda miró y los vio como corrían y
jugaban entre ellos, mientras su madre los miraba atenta, parecía que los
vigilaba.
—Blancos
como la nieve y peluditos, quiero uno así para jugar —expresó Linda.
—No
puedes tener uno, ellos tienen que estar con su mamá, como tú que siempre estás
con ella —respondió el caballo.
—Pero
ahora estoy contigo, antes estaba con el oso, entonces el también puede estar
conmigo —respondió Linda.
—Es
que la mamá de ellos es muy brava, si te acercas se molestara y te puede pegar
—respondió el caballo.
—¿Y
si me lo llevo escondido y corro mucho hasta dónde no pueda alcanzarme?
—preguntó Linda.
—Es
muy arriesgado, no se te ocurra hacerlo —recomendó el caballo.
Siguieron
por el camino, cabalgaron hasta casi llegar a la cabaña, se veía iluminada, Linda se bajó del caballo lo
acarició y le agradeció por llevarla, él sonrió y siguió hasta el establo, Linda
entró por la ventana y se acostó de nuevo en su cama.
En
la madrugada la madre oyó unos gritos y pensó «Es Linda» corrió hacia la
habitación de la pequeña, prendió la lámpara, alumbró la cama, miró que Linda
no estaba sobre ella, de repente Linda salió del otro lado de la cama, la
pequeña lloraba, corrió a los brazos de su madre.
—Mamá
andaba jugando con un oso, me cargó, Azabache me hablaba, me vine a dormir,
pero salí a quitarle un osito a la osa, me siguió hasta aquí, estaba luchando
con ella, me tumbó de la cama y corrió cuando le dije que tú venías a ayudarme
a quitarle su osito. —La madre la abrazó.
—Mi
niña, no todo lo que queremos lo podemos tener —dijo su madre, la niña limpió
su nariz.
—¿Quieres
un perrito? —preguntó la madre.
—Si
mamá, ahora les tengo miedo a las osas, Azabache me lo dijo, que si me acercaba
a ellas me pegaban, pero no creí y eso que corrí, corrí, pero me alcanzó en la
cama. —Linda se levantó, fue al establo, su madre la siguió.
—¡Mamá,
mamá, ya Azabache no me habla! —dijo la pequeña y abrió muy grande sus ojos.
—¡Hija!
Eso lo soñaste, él no habla. —Cargó a la pequeña y en silencio volvió a su
cuarto, colocó a la pequeña en su cama y se acostó de nuevo, Linda abrazó a su
madre y las dos se durmieron tranquilamente, la pequeña dibujó una sonrisa en
su rostro, otra aventura comenzaba de nuevo en sus sueños.
FIN
Morella de Roman

Morella felicidades hermoso cuento
ResponderEliminarPrecioso cuento.
ResponderEliminarEl cuento de Linda es precioso
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