Yo vivía oyendo el canto de las serpientes y terminé envenada, yo soy mi propia ausencia, frente al espejo no veo mi imagen, como un fantasma que vaga como una alma en pena, después que me elevaba a los cielos
contigo insertado en la profundidad de mis silencios, por mis proferidas, por los sueños que me acompañaron por mis ilusiones rotas, el viento digava por la colina y yo con él, nada me llevo solo tengo en mis manos es mi pluma.

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