Me hundí en un sopor profundo, me dormí con la manta de las estrellas,
me despertaron los ladridos de unos perros que corrían detrás de una
carreta atada por unos caballos famélicos, el arroyo soñoliento y ahora
noche de desvelo hay estrellas que brillan más, el señor se baja de la
carreta, se acerca a mí con unas manzanas y me dice vamos a dar un paseo
en mi carreta, salto de emoción. Sí, vamos, el señor con su palto
raído, desdentado, corrí, salté y me senté al lado del señor, empezó a
hablarme de los temas que me gustan, de repente la carreta empezó a
volar, los caballos corría como caballos de carreras hermosos, el señor
se convirtió y era elegante, le veía el alma al señor, qué sabiduría,
muchos pendejos desearían tenerla.

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