Identifiqué al ave que paso raudo y se posó detrás de mí, la vida no nos
había enfrentado, hoy era el día, me dijeron, ve, qué lindo el ave. El
ave me saludó con tosca ternura y en el brillo de sus ojos descubrí que
nos envolvió un ensueño corpóreo, entendimos qué somos eternos y que
este encuentro no es casual y que en otro tiempo nuestras almas estaban
unidas.

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