No caen las palabras como hojas muertas, tus ojos cayeron en ese niño que yo llevaba en un coche, nos veías asombrado, esa escena se quedó grabada en mi mente, aquella noche que soñé que estaba encerrada en una hacienda, estaba un niño de catorce años que me odiaba porque por mi culpa habíamos perdido todo, desde que me desperte sabía quién era ese niño en esta vida, por eso no me sorprende que me odies, ah, el sorprendido fue mi amante, el dios griego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario