Aquel día para nuestra cita me vestí con un vestido de flores azules pequeñitas, mangas largas, cuello como de una camisa entallado con unos bolsillos grandes, unos zapatos altos azules, nos encontramos, él bebió un café, me abrió la puerta de su carro, rodamos unos minutos, llegamos a una casa, entré a un cuarto, me senté en una cama, él se para frente a mí, fue desabrotando los botones que venía desde el cuello hasta la cintura, lo colocó con sumo cuidado en una silla, se desnudó sin hablar, juntamos nuestros cuerpos, me vistió y nos regresamos al café, abrí la puerta del carro, me bajé, no lo vi, pero su alma iba a mi lado, la mía a su lado, no sé tal vez.

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