Tus manos en mis sábanas eran hojas muertas, qué triste mi vida, tú hundido en tu hastío al ver que el ave tenía las alas quebradas, apenas volaba, se quedaba dormido en su nido, dos condenados amargandonos la vida, para qué, se fue el tiempo, somos nosotros los que nos vamos ni una huella quedará de dos locos que vivimos cómo que nos habían pegado con moco.

No hay comentarios:
Publicar un comentario