Guardé silencio ante tu voz de trueno pero no debí temer a esa
tempestad, nadie me dio una sombrilla para que no me mojara, me elevé
sobre la tempestad, un día bajé a la tierra y en ese momento encontré
la paz en la sonrisa de un niño que estaba sentado en un carro cerca
de donde aterricé y desde ese día no temí a las tormentas.

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