En la montaña había una casita de bahareque pintada de blanco, en esa
casita vivía una niña llamada Perla, que le gusta escribir cuentos, se
sienta en su mesita para escribir y desde allí ver y oír las aves cantan
para relatar en sus escritos. UN día la mamá la llamó para almorzar,
cuando Perla llegó al comedor, vio que en el plato había unas sordinas,
se puso a llorar.
—HIja ¿Qué te pasa? —preguntó la madre.
—Cocinaste los peces —dijo Perla.
—¡Ven! Los peces están en la pecera —respondió su mamá, Perla saltaba de alegría.
—¡Ay mamita qué linda! —y la besaba.
En eso vio que pasaba un ratón, corrió para jugar con él, la mama la agarró de la mano.
—Ven, vamos a almorzar, cuando llegue papi bajaremos al pueblo para comprarte un escaparate —dijo la madre
—Pero mamá... quiero jugar con el ratón —suplicó Perla.
—Niña cómo vas a jugar con un... —La niña la interrumpió.
—Son lindos con sus bigotitos —dijo Perla— quiero un perrito, un gato, una tortuga y...—Quieres un zoológico aquí en la montaña —dijo la madre.
—Sí, para jugar con ellos. —La madre sonrió.
—¡Mira! Allá abajo viene tu papá. —Perla alegre comenzó a correr hacia su padre. —PERLA, CUIDADO —gritó su madre.
Perla llegó emocionada al lado de su madre porque su padre le dijo que
si iba a ponerle un zoológico, la madre miró a su esposo, siempre hacía
eso, alentaba a la niña con sus fantasías.
—Bien, almorcemos, Perla
luego arreglate que vamos a comprarte el escaparate y unas cobijas, ya
viene el frio —dijo La madre de la niña, los tres entraron a la casa,
almorzaron, se arreglaron y bajaron al pueblo.
Se tardaron, cuando
regresaron Perla llegó contenta con lo que compraron, su escaparate
estaba hermoso, cenó emocionada y se fue a dormir, en la madrugada,
llegó asustada a la habitación de sus padres.
—¡Papá a mi mamá la mató un oso —dijo alarmada Perla.
—¡Hija! Ella solo dijo que la cobija arropaba como un abrazo de un oso.
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