Es mediodía todos descansan, el silencio es roto por el canto de los
gallos y el cacarear de las gallinas, voy a ducharme y desde la ventana
del baño veo que llueve en las montañas, me pongo una bata, salgo y
corro hacia la cocina, tomo café y abro la puerta que da al patio, la
lluvia llegó, las gallinas y gallos se alborotan van a su gallinero,
lucero relincha me acerco al establo y está un hombre, lo detallo y
pienso —fina estampa parece un actor— me saluda y me dice que es el
domador, cuando le doy la mano, veo que tengo la bata pegada al cuerpo,
salgo corriendo y en mi camino se atraviesa un sapo, llego a la cocina.
—Petra ¿Por qué no me dijiste? Que estaba ese señor en el establo— le
digo. —Porque estoy pendiente que no se me queme el arroz con coco— me
respondió.

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